Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
17 Ene 11
Mc 2, 1 – 12
El Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les preponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados.»
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?» Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados» o decirle «levántate, coge la camilla y echa a andar»? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados…» Entonces le dijo al paralítico: «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.» Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual.»
Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico:”Hijo tus pecados te son perdonados”. La gente de aquel tiempo creía que la enfermedad era un castigo de Dios. El Señor en su sabia pedagogía les hace sentir que la sanación que él les trae, es la del alma y que esto pasa por la purificación interior. Pienso que el paralítico estaba lleno de dudas, se sentía agobiado y atormentado por la enfermedad que recibía como castigo. Jesús lo mira, lo reconoce, sabe lo que hay en su corazón y lo libera de ese “pecado”, lo hace ser un hombre nuevo, caminando en forma autovalente con sus dos pies.
Como médico en mi carrera de más de tres décadas, he vivido mucho este proceso de dolor, “castigo” , sanación y puedo decir con propiedad que lo que vive el hombre de hoy no es muy diferente a lo que pasaba en la época de Jesús. Estar enfermo de algo grave, sigue siendo una “fatalidad”, “mala suerte” o “castigo divino” (para algunos). Nos agobiamos, nos quedamos en la superficie sin ver luces en este oscuro pasaje, accidente de la vida. El paciente que pasa una dura patología vive una transformación, “se le cambia el switch”, ya no será el mismo, este proceso siempre le traerá una nueva perspectiva. Sentirá que es amado por su entorno, revisará su vida, se arrepentirá de los errores cometidos y hará planes sabios y trascendentes. Si le enfermedad es terminal, sentirá inicialmente pánico, como Jesús en el huerto, pero luego experimentará la presencia de Dios que le permitirá partir en paz; este proceso es irradiado también en su medio, en sus seres queridos, sus amigos y compañeros de trabajo. La enfermedad es camino de redención y nunca un castigo.
Los invito a hacer una revisión de sus propias experiencias y de personas queridas. ¿Sienten que han crecido después de la noche oscura del dolor de la enfermedad? ¿Han experimentado una nueva perspectiva de vida? ¿Han crecido en la fe o ha sido lo contrario? Si es así procuren encontrar la verdad de lo vivido, tal vez estén aun en proceso de descubrirlo.
Aprovecho esta oportunidad de llegar a ustedes con un abrazo de esperanza, para que logremos este nuevo año crecer en el amor y en nuestra misión, recordando las palabras de Santa Teresa de Ávila: “Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta.”
Gracias Dr. Lira por compartir tus reflexiones sobre el evangelio de nuestro señor y tus propias experiencias como médico. Dos ideas acuden a mi mente. La primera es en relación al interrogante sobre ¿en que manos hemos dejado el cuidado de los enfermos? Esto en relación a la experiencia recientemente vivida en un hospital público, el hospital San Juan de Dios, en cuyo servicio de urgencia estuvo internado mi padre (hasta que decidimos rescatarlo y trasladarlo), él falleció y coincido con Luis en que de experiencias de dolor, enfermedad y muerte uno puede cambiar positivamente. Pero hasta el día de hoy no logro comprender la brutalidad del personal de este hospital (excluyo a los médicos, siempre dedicados, amables, respetuosos), pero… enfermeras, auxiliares de enfermería y de servicio, brindando un trato que no puedo calificar sino de brutal. Que contraste con la enseñanza de nuestro Señor. ¿Por qué seguimos permitiendo que los enfermos mueran en la sala de espera? ¿Dónde hemos dejado la compasión? ¿Hemos olvidado la parábola del buen samaritano?
La otra idea es que con nuestro sufrimiento carnal nos podemos hacer uno con Cristo crucificado, ofrendar nuestro dolor tal como el Maestro lo hizo, si hacemos nuestras las palabras de santa Teresa de Ávila que nos recuerda Luis, si, el dolor, la enfermedad no son un castigo, es un camino de encuentro con Dios y la posibilidad de una ofrenda para el perdón de nuestros pecados y el los de nuestro prójimo.
Me refiero al comentario del lector Manuel Muñoz, el cual comparto. Años atrás, con mi esposa debimos ocurrir de emergencia a un hospital público en Santiago, en donde pudimos comprobar el alto trato discriminatorio que el personal de servicio daba. A nosotros por evaluarnos de una condición social «acomodada» nos dieron preferencia y especial atención, lo que no obstante nosotros rechazar, en definitiva se mantuvo por parte del personal. Mi señora debió quedar hospitalizada. Al día siguiente me relató el trato inhumano que le daban al resto de los pacientes. Quedó traumada y jamás lo ha podido olvidar. El año pasado, tuvimos una situación similar en el extremo sur de Chile y el trato discriminatorio fue aún mayor.
¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿Quién se ocupa de velar que en los servicios hospitalarios se le de un trato digno e igualitario a los pacientes? Es deber de todos asumir un proceso de humanización y de respeto a la persona humana sin discriminación alguna.
Gracias por lo que hacen ustedes,sembrar la palabra de DIOS, es una labor maravillosa, así de a poquito se logrará, que las personas tengan y den más amor al mundo.