Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
02 Jul 16
Mt. 10, 1-7
“Les dio poder para curar todas las dolencias” Mt 10, 1-7
Y llamando a sus doce discípulos les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca.»
Nadie desea tener dentro de sí espíritus inmundos –sea lo que fuere que esto signifique–, pues de aquellos no esperamos nada bueno. Además, la preocupación de nuestra salud y la de nuestros seres queridos es parte fundamental de nuestra vida, así como nuestro deseo de vivir libres de dolencias, de cuerpo y alma. Para esto, en nuestro diario vivir apelamos a múltiples conductas preventivas, paliativas y curativas para mantener una buena salud ante cualquier acontecimiento y comúnmente nos apoyamos en nuestro conocimiento y costumbres personales y sociales para ello. Mejores alimentos, mejores hábitos y conductas de menor riesgo parecen ser los elementos indispensables para lograrlo. Sin embargo a pesar que queramos estar siempre sanos, nos enfermamos. Es común preguntarnos entonces, ¿qué hice para contraer esta enfermedad? ¿Por qué tengo que padecerla?
La Palabra de Dios nos muestra que desde tiempos inmemoriales los malestares –espirituales y corporales– han estado presentes en la vida de las personas. No por casualidad, Jesús envía a sus discípulos con el mandato de expulsar espíritus, curar a los enfermos y evitar toda dolencia. Y el mensaje del evangelio sigue siendo válido desde entonces hasta nuestros días.
Como creyentes debemos comprender el doble milagro que se presenta ante nuestros ojos. Por una parte, lo complejo que es nuestro cuerpo, en el que se evidencia con una perfección poco entendida hasta ahora la maravillosa obra creadora de Dios; y por otra parte, la presencia de su Espíritu cuando sentimos que nuevamente estamos sanos. Pero, ¿no es acaso más milagrosa la vida misma que la sanación? Pasado el momento de angustia solemos dar gracias a Dios por nuestra recuperación, pero no deberíamos olvidar agradecer también por el milagro de la vida.
Es evidente que las dolencias y enfermedades están presentes en nuestro alrededor, en nosotros mismos o en nuestros seres queridos, con casos de distinta gravedad que nos impactan y afectan dejando a los enfermos postrados en cama en espera de mejores días por venir. Son momentos en los que se pone a prueba nuestra fe, pues es incomprensible para nosotros lo que está ocurriendo y buscamos alguna respuesta científica o sobrenatural que lo resuelva. Gracias a los adelantos de la medicina, tanto en diagnóstico como en terapia, podemos contar hoy cada vez con más soluciones a nuestros malestares, en las cuales también se ve presente la incesante obra creadora de Dios.
Este doble milagro, de vivir sanos y ser sanados, nos debería dar suficiente fortaleza para que seamos apóstoles del evangelio cada día, llevando la palabra a nuestro prójimo explicando cómo y por qué estamos tan agradecidos a Dios por los milagros de la creación y de la sanación. Por esto, como discípulos de Jesús, debemos salir de nuestra “zona de confort” para proclamar el Reino. Tengamos la fortaleza de ser misioneros en este mundo llevando La Palabra como nuevos evangelizadores. Pero por sobre todo, hagamos esto como parte del amor que Dios tiene por la humanidad y agradezcamos cada día al recibir los beneficios de la tecnología –en su más amplia acepción– haciendo que estos vayan de la mano con nuestro crecimiento en la fe. La mejor medicina que podamos recibir y dar no será suficiente si no esperamos también que nuestro espíritu sea sanado, y esto sólo se puede hacer mediante una fe verdadera en Dios.
Finalmente, atrevámonos a dar un paso más. No sólo vayamos a proclamar que el Reino de Dios está cerca; más aún, vayamos a construirlo junto al prójimo, pues será con nuestras manos y esfuerzo diario que se alcanzará aquello en que Jesús nos invita a creer y a crear. El mensaje del evangelio es claro: sólo tiene sentido incluyendo al “otro”, al necesitado, al enfermo, al doliente, al diferente, a nuestro prójimo en un sentido amplio. Nuestra vida será tanto más plena cuanto más nos atrevamos a salir al encuentro de aquellos “espíritus inmundos” que debemos ayudar a echar afuera; hagamos, en la medida de nuestras posibilidades, que el doble milagro de la vida misma y la salud plena llegue a nuestro prójimo a través de nosotros. Seamos en nuestro actuar, instrumentos de la voluntad de Dios inspirados por el Espíritu.
Si, es verdad, DIOS es sanación, pero para mí, es importante la sanación espiritual que tanto nos hace falta, el dolor físico debemos aceptarlo, porque nosotros lo hemos deteriorado. en estos momentos vivimos un cáncer a la médula de mi esposo y gracias a DIOS lo hemos aceptado con tranquilidad y será lo que DIOS tenga preparado para nosotros, lo importante es saber que el amor del PADRE nos guía y sabemos que tenemos una tarea de ser instrumentos del SEÑOR, pero es difícil nuestro prójimo está abocado a una vida placentera donde solo existe el «YO» y cuesta mucho llegar, hago votos porque la humanidad se cuenta a tiempo lo que es valedero
Mirando otros países, tengo la impresión que vivimos en una ciudad, en un país de paz, libre de espíritu inmundos, construido sobre la fe de nuestros padres, pero el mundo se va enchuecando y frente a esta realidad, con razón nos piden ser cristianos creíbles, testigos, «que se te note», dice una canción, pero para actuar de esa forma hay que adentrarse en la oración para que sea El quien se manifieste y de este modo, hacer las mínimas cosas con gran amor, como enseñaba Teresa de Calcuta, hacer secretamente pequeños milagros de caridad……suena bonito ¿cierto?