Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
14 Jul 19
Mt. 5, 13-16
“Ustedes son la sal de la tierra”
Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.
Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.
El texto que Mateo nos presenta hoy, es parte del llamado “sermón del monte”, cuyos principios son resumidos en las bienaventuranzas. Con dos imágenes, muy familiares para sus oyentes, Jesús da a conocer lo que piensa y espera de sus seguidores: aunque sean un grupo ínfimo dentro del vasto Imperio Romano, han de ser la “sal” que necesita la tierra y la “luz” que le hace falta al mundo.
La primera imagen es la sal. Todos sabemos que la sal sirve para dar sabor a la comida y también para preservar los alimentos para que no se echen a perder… o sea, que no se corrompan. De igual manera, los y las discípulas de Jesús han de poner de su parte para que las personas saboreen la vida sin caer en la corrupción. Si no asumimos esa misión, no servimos para nada y merecemos ser botados fuera, para ser “pisoteados”… ¡qué imagen tan fuerte!
La segunda imagen también viene de la experiencia común de los habitantes de Palestina en esa época. La mayoría de las casas tenían una gran habitación que era iluminada por una sola lámpara de aceite. Esa luz era colocada en lo alto para que pudiera iluminar lo más posible. Confieso que aquí me tuve que detener a buscar la palabra “almud”, pues no me era familiar. Un almud era una caja de madera, equivalente como a cinco kilos, usada para medir los granos. La mayoría de las casas de Palestina las tenían, y por tanto los oyentes de Jesús comprendían el absurdo que significaba tapar la luz con semejante artefacto.
Las dos metáforas coinciden en algo importante: tanto la sal como la luz no pueden permanecer aisladas u ocultas, porque entonces no sirven para nada. La sal necesita entrar en contacto con los alimentos para darles sabor y la luz necesita estar expuesta para iluminar. Del mismo modo, una iglesia aislada del mundo no puede ser ni sal ni luz.
Esto nos lo recuerda el Papa Francisco, quien al ver que la iglesia vive encerrada en sí misma, nos invita: “Hemos de salir hacia las periferias existenciales” (Evangelii gaudium 20). Y luego insiste: “Prefiero una iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle que una iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (Evangelii gaudium 49).
Esta es la misión de la comunidad cristiana. Estamos llamados a buscar el reino de Dios en este mundo y por tanto, no podemos ser discípulos y discípulas si mantenemos una vida individualista… encerrada en nosotros mismos. Una vida cristiana que no se involucra en la lucha para hacer un mundo más justo y equitativo para todos, es como la sal insípida o a luz apagada…¡no sirve para nada!
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