Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
30 Ene 16
San Marco 6, 1-6
“No desprecian a un profeta más que en su tierra”
Al irse Jesús de allí, volvió a su tierra, y sus discípulos se fueron con él. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga y mucha gente lo escuchaba con estupor. Se preguntaban: «¿De dónde le viene todo esto? ¿Y qué pensar de la sabiduría que ha recibido, con esos milagros que salen de sus manos?. Pero no es más que el carpintero, el hijo de María; es un hermano de Santiago, de Joset, de Judas y Simón. ¿Y sus hermanas no están aquí entre nosotros?» Se escandalizaban y no lo reconocían. Jesús les dijo: «Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su tierra, entre su parentela y en su propia familia.» Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Jesús se admiraba de cómo se negaban a creer. Jesús recorría todos los pueblos de los alrededores enseñando.
¡Jesús ha sido discriminado¡ No es tomado en cuenta, es despreciado por quienes lo conocen. Aquellos que lo han visto una y otra vez a lo largo de su vida, de tanto conocerlo, lo desconocen en lo esencial, en el mensaje maravilloso que seguramente debe haber dado en la sinagoga de su pueblo. Y en vez de reflexionar sus palabras sabias, se cuestionan la autoridad, la competencia – como decimos actualmente para referirnos a lo que sabe hacer cada persona – de este hombre conocido, pero en el cuál no creen.
Es imposible evitar hacer la misma reflexión al pensar en los católicos y creyentes de hoy. Por supuesto que conocemos a Jesucristo, y a Jesús hombre…hemos leído de su vida, su Palabra y lo que han dicho los apóstoles y los evangelistas de Él. Hace dos mil años que escuchamos de Él y nos es conocido, pero ¿creemos en Él?
Hace poco una amiga mía, creyente, sufría por su hermana enferma de cáncer, maldecía la enfermedad, maldecía el que su ser querido la tuviera. ¿Y dónde estaba la fe en Nuestro Dios en ese momento difícil? Como a mi amiga, a nosotros también nos pasa, tenemos la misma actitud que los ciudadanos de Nazareth: conocemos a Jesús, pero en el momento que debemos dejar que el actúe en nuestras vidas, nos vamos por la tangente, cuestionamos lo periférico – ¿de dónde viene todo esto? -, nos escandalizamos, se recibe con estupor la prueba. Y como no creemos, nada sucede, no hay consuelo, no hay curas y no aprendemos nada, tal como sucedió en la tierra de Jesús cuando El trató de predicar.
Al no abrirnos a creer en Cristo incondicionalmente, desperdiciamos lo sobrenatural de la fe, la capacidad de que suceda lo imposible, porque donde no hay fe, no hay milagros. Lo dice el mismo texto que comentamos: Y no pudo hacer allí ningún milagro.
¿Por qué Cristo no pudo hacer milagros en Nazareth? Porque no bastaba con seguirlo y escucharlo, lo importante era creer en El, tener fe en El.
En las escrituras el mismo Cristo no nos dice que El sana, sino que repite una y otra vez que ¡¡¡son salvados por la fe en El y en el Padre que cada uno de los sanados tiene¡¡¡. Recordemos las palabras de Jesús luego de la cura de la hemorroisa: “Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y quedas curada de tu enfermedad”. O en ese mismo evangelio las breves palabras que le dice a Jairo en relación a su hija enferma “No temas; solamente ten fe”
Entonces el desafío es a no quedarnos sólo en “conocer” a Jesús, a no conformarnos con la misa del domingo o el recibir los sacramentos, a no preguntarnos tanto si el que trae el mensaje (sacerdotes, la Biblia, pastores o guías) tiene la “competencia”, sino el confiar total e incuestionablemente en Nuestro Dios Trino, saber que si queremos pedirle al Señor que llueva debemos llevar paraguas.
Por eso las palabras del Papa en su homilía de la fiesta de la Epifanía de este año son esa invitación: Las palabras que el profeta Isaías dirige a la ciudad santa de Jerusalén nos invitan a levantarnos, a salir; a salir de nuestras clausuras, a salir de nosotros mismos, y a reconocer el esplendor de la luz que ilumina nuestras vidas. ¿Reconoces el esplendor y crees en esa Luz? ¿O eres un ciudadano de Nazareth que ya ha visto tanto a Jesús que solo oye lo que dice, pero no cree en El?
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